"Dejando de un lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo ni que insulte a la sonrisa con una paralela y torpe semejanza..."
Cortázar nos da las instrucciones para llorar, y yo digo: hagámoslo en otoño. La estación tiene todo lo necesario para cumplimentar el llanto con corrección y dignidad. Si es de tristeza no se preocupen, la tristeza está repleta de dignidad, es una precisa reverencia a las cosas buenas y a la nostalgia que dejan, donde hubo todo aquello que creíamos nos acercaría un poco más a la felicidad. Porque lo teníamos todo para ganarle la batalla a la desidia y el tiempo, o quizás no. De verdad pienso que el tiempo ni si quiera existe.
Llorar en otoño le da sentido a un paseo interminable que parece sin rumbo pero tiene un propósito. Deambular imaginando una lluvia que llegue y se lo lleve todo, o discurrir entre las calles soñando con un auténtico vendaval que por fin aniquile aquellas últimas palabras, porque sellan una sentencia que no estamos dispuestos a volver a escuchar. Todo lo que teníamos y que en dos palabras se va. Y se fue, como este día que se despide un poco antes de lo acostumbrado.
El otoño tiene melodía, se escurre entre las copas de los árboles, y es una melodía ceremoniosa que desciende nota a nota, dulcemente agotada. Acompaña su cadencia al llanto, con maestría y compás. Suena a hojas vivas y muertas en un segundo bajo los pies, ¡cuánta fragilidad!. Y tiene el repicar de las teclas, cubiertas de polvo y desencuentro, que vuelven a tomar protagonismo porque ya no queda nada más. Sólo estos pensamientos que se alivian 'negro sobre blanco' para dejarlos fluir sin que nos pudran el corazón.
El otoño tiene la luz correcta para llorar, en un parpadeo húmedo el ocre y el amarillo lo inundan todo. Es de auténtica justicia, ¿no creen?. Y está esa luz, que en la tarde alberga un fulgor cansado, como los ojos anegados que no cesan de ver ante si un imposible. Esa luz con la que hicieran magia los impresionistas, y aún los postimpresionistas. La brisa correcta, fresca y clarificadora, aunque ya siento tanto frío... Y también está el sol, en eterno castigo de salir todos los días, aunque daría yo por bueno que, al menos, se diera un descanso mañana.
"Duración media del llanto, tres minutos", concluye el cronopio en sus instrucciones. Si, Julio, pero "al tiempo hay que negarlo".
"Aprovechemos el otoño
antes de que el invierno nos escombre
entremos a codazos en la franja del sol
y admiremos a los pájaros que emigran
ahora que calienta el corazón
aunque sea de a ratos y de a poco
pensemos y sintamos todavía
con el viejo cariño que nos queda
aprovechemos el otoño
antes de que el futuro se congele
y no haya sitio para la belleza
porque el futuro se nos vuelve escarcha"
Mario Benedetti
* Pintura de Vincent Van Gogh, "alameda en otoño".
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