sábado, 6 de enero de 2018

Inspiración

A penas dieron las doce en el reloj de pared cuando los ojos se le cerraron, el libro cayó al suelo y se le abrió la boca suspirando fuerte por el cansancio del día. En la chimenea tintineaban suavemente las últimas llamas, haciéndose más pequeñas, y con cada último chisporroteo brotaron tres figuras que se hicieron presentes en la estancia. Un calor repentino encendió sus mejillas, recuperando la compostura abrió los ojos y se limpió la boca con el brazo. Un grito ahogado brotó de sus propias entrañas, pero nadie pudo oírlo, el fuego se paralizó y las figuras se aproximaron al butacón donde permanecía rígido para hablarle, entonces dio un paso adelante la primera de ellas:

-          - Soy el fantasma del pasado y he venido a recordarte cómo era todo antes de que te convirtieras en escritor, sin pesadillas, sin sueños recurrentes, sin preocupaciones, solo un joven cargado de ilusiones, sin pluma ni papel.

Intentó hablar, suspirando con la mano levantada hacia la figura sin poder emitir ni una sola palabra. Queriendo explicarse, intentando participar de la visión sin saber muy bien qué decir. Fue entonces cuando la segunda figura se aproximó superando a la primera y le dijo así:

-          - Soy el fantasma del presente y quiero mostrarte en qué te has convertido, un fracaso con una gran ambición, tus estanterías están vacías, tus bolsillos del revés, nadie llama a tu puerta y el que fuera tu mayor sueño se ha convertido en el altavoz de tu soledad.

Sintiendo que algo le estallaba en el pecho se retorció en el butacón con los ojos más abiertos que nunca, con las pupilas dilatadas por el terror que solo puede patrocinar la verdad. No intentó hablar esta vez, la tercera figura se aproximaba y sentaba a su lado cuando comenzó a relatar:

-          - Soy el fantasma del futuro, veo placas conmemorativas sin grabar, sin un nombre, libros sin autor y ríos de tinta fluyendo hacia el más absoluto vacío, ya ni si quieras estás en esta visión, ya nadie recuerda al escritor.

Como un vendaval los tres fantasmas se fundieron en un torbellino que arrasó con todos los papeles tendidos en el escritorio, con todo el polvo y la tierra del piso, las llamas se estremecieron de nuevo cobrando vida y la luz se hizo de repente en la estancia. Se incorporó del butacón, respirando fuerte hasta retomar el aliento, corrió hacia el escritorio, cogió una única cuartilla y con las manos temblorosas emborronándolo todo escribió:

“Cuento de Navidad, por Charles Dickens”

No hay comentarios:

Publicar un comentario