domingo, 6 de agosto de 2017

Volver

Es ahora que vuelvo a sumergir mis pies en tus aguas, cuando recuerdo con infinita claridad y una punzada de dolor aquello que nos prometimos, aquel día de agosto contrariado, a escondidas en la madrugada, con el viento, el gris y las piedras entre los dedos de los pies. Es probable que recuerdes bien el camino, tú me lo enseñaste, y que no hayas olvidado mi pelo revuelto, como mis ganas. Es probable que, cerrando brevemente los ojos, veas mi miedo y un par de lágrimas escaparse con sorprendente rapidez. Era el principio de todo pues no recuerdo nada anterior a aquel momento. El nacimiento de algo más grande que nosotros… “qué vanidad imaginar que puedo darte todo”, releo a Julio y lo entiendo bien. Lo hicimos, nos dimos todo como en el bolero de Cortázar y después “ya no te amo mi amor”.
Qué sentido tenían las ganas de luchar por aquello entonces. Mi inocencia y tu ilusión  prometieron pelear de la mano, esquivar los golpes como esquivábamos las ramas del suelo en esa playa solitaria, para nosotros increíblemente lejos del mar.
Para siempre es mucho tiempo, pensé, pero ahora, sumergiendo mis pies en tus aguas por enésima vez me doy cuenta de que nunca he estado más de acuerdo con esa medida de la vida… a la vuelta de los años, imaginando el lugar donde nuestros ´para siempre´ se convirtieron en un dogma, porque pese a todos los veranos lejos de aquella orilla sigo teniendo fe y vanidad, sigo creyendo en nosotros para siempre. 

3 comentarios: