domingo, 25 de agosto de 2013

Hay días en los que estás convencido de hacer algo y de repente te das cuenta de que ese algo es tan banal, tan insoportablemente repetitivo y tan pobre que deshechas la opción sin pestañear. 
Puede ser cualquier cosa, cosas que ya has vivido, cosas que deseabas, o eso creías, situaciones, personas. Todo, vivido o no, puede parecerte excepcionalmente banal en algún instante. 
Hoy es uno de esos días. 
El corte es profundo, creo que mientras me lamo la herida provocada por mi propio cuchillo pensaré en retomar un nuevo camino, uno más largo y luminoso. Una criba más grande se cierne en mi cabeza. No he decidido de que deshacerme esta vez. 
Desconozco como obrar esta hazaña, 
cambiar un poco y una vez más, pero si tengo claro algo:
mañana, ya no seré la misma persona. 




"Creo en ti, alma mía, el otro que soy
no debe humillarse ante ti,
ni tu debes ser humillada ante el otro.


Retoza conmigo sobre la hierba, quita
el freno de tu garganta,
no quiero palabras, ni música,
ni rimas, no quiero costumbres
ni discursos, ni aún los mejores,
sólo quiero la calma, el arrullo de tu
velada voz.


Recuerdo cómo yacimos juntos cierta
diáfana mañana de verano,
cómo apoyaste tu cabeza en mi cadera
y suavemente te volviste hacia mí,
y apartaste la camisa de mi pecho, y
hundiste la lengua hasta mi corazón
desnudo,
y te extendiste hasta tocar mi barba,
y te extendiste hasta abrazar mis pies(...)"

Walt Whitman 



* Pintura de Salvador Dalí, Cisnes que se reflejan como elefantes, 1937.

No hay comentarios:

Publicar un comentario