La casualidad -o algo más banal- quiso que te conociese aquella calurosa
tarde de 1996, y digo que tuve suerte porque de todas las personas que podías
haberte encontrado por el camino fui yo el que te derramó la copa encima de la
blusa.
Como en una película, titubeé, tartamudeé, sentía
frío aunque el termómetro rezaba 35 grados, me mordí la lengua dos veces
intentando decir “lo siento” y continué haciendo el ridículo más espantoso con
eso de “así también te queda bien”
Nunca olvidaré tu mirada, ardiente de furia y
espanto, tenías el gesto asesino pero tus labios eran tan dulces que tu “¿eres
imbécil?” me sonó a canto celestial. Sí, como en las películas, coros de
ángeles descendiendo de nubes que se desparraman dejando paso a una luz
cegadora y todo lo que eso significa, en un lenguaje coloquial y menos barroco:
me enamoré como un tonto.
Los años que sucedieron a ese momento han
sido tranquilos, los celos se aprenden a dominar cuando en cada encuentro anual
aparecías con un “caballero” diferente del brazo. Estoy acostumbrado y he de
decirte que es divertido, ver cómo según pasan los años tus capturas eran cada
vez más jóvenes.
A veces se escuchaban los cuchicheos
habituales de las que no envejecen tan bien, resentidas envidiosas que matarían
por engominar a esos jóvenes galanes tan solo una vez. Arpías de las de
aparentar, devoradas por el maquillaje y adoradoras de las desgracias ajenas.
Esas que eran tus amigas.
Hasta aquí, bien. Una vez al año todo esto se
domina, pero cuando tuve que verte más a menudo no todo eran miradas furtivas,
sonrojos y minutos de tensión, ya era otra cosa…
* Pintura sin título, Salvador Dalí, 1937.
(...) "Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.
Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido"
Luis Cernuda
* Pintura sin título, Salvador Dalí, 1937.

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