I
Me
llamo Santiago y no sé lo que es el amor, tengo treinta años y no he sabido nunca lo que es amar de
verdad. Dicen que el amor es un arma de doble filo, la felicidad más absoluta
pero también el más absoluto de los pesares. No tengo conciencia de entender la
felicidad que causa amar y lo que es aún peor, no tengo conciencia de saber lo
que es sufrir por amor.
Aristóteles
decía que para conocer la felicidad es necesario conocer el dolor, no sabríamos
apreciar los momentos felices sin los infelices. Yo creo que debe ser como la
sed, beber agua es una inercia vital, pero beberla cuando se está completamente
sediento o desfallecido es el placer más absoluto. Solo cuando sentimos la sed
apreciamos de verdad el valor del agua. Eso dicen pero yo no tengo sed, bebo
por inercia al igual que como o camino. Nunca he sentido la inmensa necesidad
del agua como nunca he sentido el dolor de no tener amor ni la felicidad de
sentirlo.
II
Llevo
tres días y tres noches dándole vueltas, pensarlo era una cosa, pero escribirlo
es una especie de tortura sobre la que poder volver continuamente. Aristóteles
y su infinita sabiduría me perturba y enfurece. Por si los sabios fuesen poco,
la sabiduría popular dice que el desamor produce una inmensa sensación de
soledad, rodeado de gente pero infinitamente solo. Yo no me he sentido solo en
toda mi vida, adoro tener mi espacio, único, y ser su dueño. Quiero tener sed y
a ser posible encontrar agua al final del camino, deseo sentirme
irremediablemente solo, sin agua ni eso que llaman amor; quiero comprenderlo
todo, incluso teniendo que superar todos los obstáculos del mundo…
III
He
decidido pasar unos días en la montaña, quiero airearme y sentirme solo. No hay
mayor soledad que la que ofrece la naturaleza en estado puro. Se lo he contando
a este cuaderno, lo que voy a hacer, y creo que se ha reído de mí, pero
Aristóteles estaría orgulloso de mi peregrina decisión. He buscado un bonito y
alejado lugar para caminar unos días y no encontrarme con nadie. Llevo todo lo
necesario para no perderme y sobrevivir una semana. No llevo agua.
IV
Dos
días caminando y no me he acordado del agua hasta que he regresado sobre estas
líneas. El lugar que he elegido es fantástico, nunca había respirado tanto y
tan hondo, pero no me siento solo, hasta la última piedra parece venirse
conmigo. Los pájaros me hacen compañía
con sus acompasados trinos y el viento me persigue allá donde voy.
V
Cuatro
o cinco días, no me siento solo y no tengo sed ¿no tendré sentimientos o acaso
no poseo corazón? La temperatura acompaña, llevo tienda pero duermo a la intemperie,
las estrellas me arropan. Podría estar así eternamente, esto si debe ser
felicidad.
VI
Me
he perdido, creía tener controlado el camino pero el mapa es algo confuso, creo
que puede estar desactualizado. De repente no sé muy bien hacia donde me
dirijo.
Siento
frio pero debe haber veinte grados y el aire es agradable. Siento frio y
cansancio, no quiere salir el sol y no se a donde ir. Los pájaros se me antojan
lejanos, sus trinos no parecen de este mundo, las piedras están más inertes que
nunca… esto si debe ser la soledad, estar solo, irremediablemente solo. Una lágrima
recorre mi mejilla y una media sonrisa cruza mi rostro, es desalentador y tan
reconfortante…
He
conseguido dormir algo, sigue dominándome la noche, he soñado con grandes manantiales
de agua cayendo a borbotones, he soñado con ríos, pantanos, lagos, mares… Mi
mente me traiciona, se burla de mi soledad y a penas puedo abrir la boca, la
garganta me duele y la siento fría. La media sonrisa de hace un rato me ha
abierto aún más las heridas del labio y la lágrima que por fin acudió haciendo gala de un sentimiento que
desconocía me ha escocido en la boca… Esto debe ser tener sed, y esto debe ser
el dolor insoportable que la precede. Me siento mareado, desfallecido, no puedo
caminar y no sé donde estoy. La noche no se acaba y se me cierran los ojos de
nuevo. No puedo resistirme, se cierran y creo que estoy experimentando un nuevo
sentimiento, puede que sea la esperanza. ¿Qué pensaría Platón de esto? se
cierran mis ojos…
VIII
Parpadeo
lentamente, me duele la luz y siento el frescor en mi boca, ¡agua!, agua resbalando
por mis cansados labios. Debo estar soñando. Unas manos suaves y firmes tocan
mi frente, me levantan la cabeza e incorporándome un poco me dan más agua. Abro
un poco los ojos para comprobar que no es un sueño, me duele el cuerpo pero
giro lentamente la cabeza y me da un vuelco al corazón, debo tener uno y bien
grande porque me palpita todo el cuerpo. Una mujer espléndida me da agua y me
mira con ternura o compasión quizás, pero me mira fijamente y sus ojos azules
se clavan en mis ojos, se estremece mi cuerpo con cada gota de vida y cada
parpadeo de esa luz…
Apenas
puedo hablar, lo mejor es que siento que, de no encontrarme en esta situación,
tampoco sabría muy bien que decir. De repente me habla y con una suavidad
infinita, casi palpable, me dice que me dejará agua para que siga mi camino,
que ella debe continuar el suyo. Me ayuda a terminar de incorporarme y se
aleja, se va. Creo que los instantes que precedieron a este momento fueron los
más intensos de mi vida, de repente comprendí lo que era apreciar el agua
después de morir de sed y entendí lo que era sentirse inmensamente solo después de ver como se alejaba… y el dolor de
este momento debió de ser algo parecido al amor. Sonreí, cerré mi cuaderno y me
sentí por fin vivo, dolorosamente vivo.
haber estado solo es necesario..."
Jaime Gil de Biedma
*Pintura de Jackson Pollock

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