Que después de la tormenta siempre llega la calma es un hecho.El problema viene cuando recogemos tempestades sin haber sembrado vientos y eso es inevitable.
Supongo que todos, aquí, en este planeta debemos cargar con algún tipo de suerte incómoda y nada más.
No pretendo despojarme de responsabilidades, ni demostrar que mi cobardía me impide ver el cielo abierto (quizás sería descortés para el resto de los humanos y daría alas a mis adorables enemigos), pero después de capear todos los temporales imaginables no suele gustar lidiar con los aires de otros.
Suerte que las tempestades siempre van acompañadas de pequeñas islas de paz, a las que irremediablemente acudo cuando ya no puedo respirar, cuando el agua me llega al cuello, cuando me falta el aire.. y es entonces cuando quizás tú me salvas una vez más y no solo eso sino que te tragas el agua por mí y te bebes los vientos para que no me empujen tan fuerte.
Si la gratitud se pudiera medir en grandes cosas te regalaría tempestades, tormentas.. solo para hacer de mi tu pequeña isla de paz ... y por una vez.. devolverte el favor
"Ansiedad que partiste mi pecho a cuchillazos, es hora de seguir otro camino, donde ella no sonría. Tempestad que enterró las campanas, turbio revuelo de tormentas para qué tocarla ahora, para qué entristecerla. Ay seguir el camino que se aleja de todo, donde no esté atajando la angustia, la muerte, el invierno, con sus ojos abiertos entre el rocío"
Pablo Neruda. Fragmento Poema XI
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