Seguramente explotaríamos de satisfacción y sería terrible ver como miles de trozos de felicidad se diseminan por el cielo, como el gozo choca contra la pared violentamente, formando unas extrañas manchas, que se escurren y se retuercen en sonrisas... el eco de la gloria pasada... qué desagradable, ¿no?
Vivamos en la incertidumbre de lo exquisito, del querer y no poder, de la perfección, del llegar y no alcanzar, de estirar el brazo y que no sea suficiente. Está ahí... pero no basta.
Estamos entrenados en la insatisfacción permanente. ¿Nos daban el helado siempre que lo queríamos?, queríamos cosas constantemente ... ¿a caso sólo bastaba con desearlo para tenerlo?
El universo no conspira para que reventemos de satisfacción. Conspira para darnos el empujón que nos falta cuando no tenemos casi nada de lo que queremos, para que no desfallezcamos y se pare el motor, para que todo gire y gire y gire...
El universo nos obsequia con el helado tras la pataleta, pero sólo tras haber llorado, gritado y desesperado al alma más firme.
¿Ves aquella luz al final? ¿hueles ese olor celestial? ¿por fin sabes lo que quieres, lo ves allá en el camino y estás muy cerca de alcanzarlo?
No va a pasar, olvídalo, la vida es la eterna meta, el aliento de conseguirlo todo.
Ambicionemos vivir pese a todo y vivamos, vivamos, vivamos, nada más.
"¡Oh, mi yo! ¡oh, vida!... de sus preguntas que vuelven,
del desfile interminable de los desleales, de las
ciudades llenas de necios,
de mí mismo, que me reprocho siempre (pues,
¿quién es más necio que yo, ni más desleal?),
de los ojos que en vano ansían la luz, de los objetos
despreciables, de la lucha siempre renovada,
de lo malos resultados de todo, de las multitudes
afanosas y sórdidas que me rodean,
de los años vacíos e inútiles de los demás, yo
entrelazado con los demás,
la pregunta, ¡Oh, mi yo!, la pregunta triste que
vuelve — ¿qué de bueno hay en medio de estas
cosas, oh, mi yo, oh, vida?
del desfile interminable de los desleales, de las
ciudades llenas de necios,
de mí mismo, que me reprocho siempre (pues,
¿quién es más necio que yo, ni más desleal?),
de los ojos que en vano ansían la luz, de los objetos
despreciables, de la lucha siempre renovada,
de lo malos resultados de todo, de las multitudes
afanosas y sórdidas que me rodean,
de los años vacíos e inútiles de los demás, yo
entrelazado con los demás,
la pregunta, ¡Oh, mi yo!, la pregunta triste que
vuelve — ¿qué de bueno hay en medio de estas
cosas, oh, mi yo, oh, vida?
Respuesta:
Que estás aquí — que existe la vida y la identidad,
que prosigue el poderoso drama, y que puedes contribuir con un verso"
que prosigue el poderoso drama, y que puedes contribuir con un verso"
WALT WHITMAN
* Pintura de Salvador Dalí, "El enigma sin fin", 1938
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