martes, 1 de julio de 2014

El charco


Sólo quedan unos pocos hombres buenos. 
Buenos en el sentido más ancestral de la palabra. Buenos a la imagen y semejanza de la bondad. Caballeros de pie, con un amplio sentido de la responsabilidad, hacedores de sonrisas, aliados de la vida hasta sus últimas consecuencias. Hoy se ha ido un gran hombre, un hombre bueno. 
No es un día triste porque si bien unos se van su gran estela acompaña a los que estuvieron bajo su manto protector. Una estela enorme cargada de sabiduría y empeño por crecer y dar todo lo que saben...
Ahora eres tú esa segunda generación de hombres buenos. Todo lo que fue no se va porque queda en ti. Su alma se ha agarrado fuerte a tu corazón dejando un rastro terriblemente grande, inmensamente fuerte, capaz de mantener vivo un recuerdo que es imborrable en nosotros. 
Le doy las gracias a él,  porque por su inestimable sabiduría has crecido otorgando a los que te queremos el privilegio de aprender, de sobrevivir al miedo y al dolor y de admirarte hasta las últimas consecuencias, ...aliados de tu vida. 
Eres en mi una fuerza infinita, que acompaña mi camino y se hace "suerte".
Eres para mí el hombro firme donde reposar las inquietudes.
Eres un paño de lágrimas y un contenedor de sonrisas que no se desgastan pese a todos los infortunios que se empeñan en acompañarnos. 
Eres un ejemplo de amistad y cariño, porque en tu responsabilidad reside la convicción de la esperanza.
Eres para todos una guía incansable de ternura, donde chocan los malos sentimientos y se desvanecen con tremenda dulzura. 
Eres, no lo dudo, todo lo que viste en él. 
Eres su  "charco", esas historias donde empezaba todo... y donde las ganas de vivir y la respiración que le faltaron al final te regalaron el aliento para ser ahora un hombre bueno. 
Hoy se va un caballero y en su legado toda mi gratitud. 


Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, 
porque nunca me diste ni esperanza fallida, 
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; 

porque veo al final de mi rudo camino 

que yo fui el arquitecto de mi propio destino; 

que si extraje las mieles o la hiel de las cosas, 

fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: 
cuando planté rosales, coseché siempre rosas. 

...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno: 

¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno! 

Hallé sin duda largas las noches de mis penas; 

mas no me prometiste tan sólo noches buenas; 
y en cambio tuve algunas santamente serenas... 

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. 

¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

AMADO NERVO



* Pintura de Paul Cezanne, "El chico del chaleco rojo", 1888-90. 

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