
Te marchaste una mañana sin avisar, pero yo ya lo sabía.
¿A quién querías engañar?
Te conozco desde siempre
Era obvio que las cosas no funcionaban, por eso te fuiste. El portazo era tan innecesario como doloroso y lo diste. Retumbó mi cuerpo, supongo que lo hiciste sin querer, pero siempre fuiste torpe.
Lo sabía días antes. No devolvías la mirada en el espejo, huías de los pensamientos incómodos y te obligabas a no recordar los sueños al despertar. Hacías como que las cosas que nos gustaban nunca hubiesen pertenecido a nuestras manías. Tan dulces esas manías que compartíamos...
Lo veía venir, pero no hice nada para detenerte, puede que en el fondo lo estuviera deseando, no pueden convivir dos en la misma cabeza ni compartir los mismos pies.
A veces me regodeo al pensar que yo te maté, pero dicen que no hay que olvidar el pasado, que nos ayuda a vivir y mi ego no quiere enterrar media vida.
Muerta o de vacaciones ahora sólo estoy yo y espero que tardes en volver, me gusta mi reflejo, tiene más
luz.
(...)Las ideas y acciones del presente nos despiertan y mueven,
Ningún tiempo es más bueno para mí que este ahora que me viene a lo largo de millones de siglos.
No hay nada de asombroso en las acciones buenas de antes o de ahora,
Lo asombroso es que siempre existan los malvados o los hombres sin fe.
Se borran el pasado y el presente, pues ya los he colmado y vaciado,
Ahora me dispongo a cumplir mi papel en el futuro.
Tú, que me escuchas allá arriba: ¿Qué tienes que decirme?
Mírame de frente mientras siento el olor de la tarde,
(Háblame con franqueza, no te oyen y sólo estaré contigo unos momentos.)
Ningún tiempo es más bueno para mí que este ahora que me viene a lo largo de millones de siglos.
No hay nada de asombroso en las acciones buenas de antes o de ahora,
Lo asombroso es que siempre existan los malvados o los hombres sin fe.
Se borran el pasado y el presente, pues ya los he colmado y vaciado,
Ahora me dispongo a cumplir mi papel en el futuro.
Tú, que me escuchas allá arriba: ¿Qué tienes que decirme?
Mírame de frente mientras siento el olor de la tarde,
(Háblame con franqueza, no te oyen y sólo estaré contigo unos momentos.)
¿Que yo me contradigo?
Pues sí, me contradigo. Y, ¿qué?
(Yo soy inmenso, contengo multitudes.) (...)
Pues sí, me contradigo. Y, ¿qué?
(Yo soy inmenso, contengo multitudes.) (...)
Walt Whitman
* Pintura de Picasso, Retrato de Olga, 1917.
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