Sal.

Qué fina es la línea que separa la tristeza de la rabia...
Qué endebles los hilos que mueven la cordura ...
Qué delicados los compases que atormentan un corazón y le hacen retorcerse en furia y desesperación.

La cabeza le dijo ¡BASTA YA! a los sentimientos, desperdigados por las esquinas, los recogió en un hueco del corazón y les habló con palabras duras, directas e hirientes... les dijo que era el momento de parar y tomó el mando. Ellos lamentaron no haber encontrado consuelo por sí mismos y ahora han perdido la batalla frente a la frialdad y el cálculo de la dueña de la razón. Algunos han seguido actuando por su cuenta, formando un frente de oposición a esa que todo lo gobierna, intentando seguir alimentando las pasiones, removiendo la conciencia.

Saboreo la peor sensación del mundo, ese querer llorar y no poder. Ya no poder.
La rabia y la sinrazón le han ganado la batalla a la tristeza y la pena.
Sin duda sal para mis labios repletos de heridas abiertas, puñados de sal.

"Y tú, mar... También a ti me entrego. Adivino lo que quieres decirme, Desde la playa veo tus dedos que me invitan, Y pienso que no quieres marcharte sin haberme besado. Debemos estar un rato juntos: me desnudo y me llevas muy lejos de la costa, Arrúllame y durmiendo al vaivén de tus olas, Salpícame de espuma enamorada, que yo sabré pagarte. Mar violento, tenaz y embravecido, Mar de respiros profundos y revueltos, Mar de la sal de la vida, de sepulcros dispuestos aunque no estén cavados, Rugiente mar que, a capricho, generas tempestades o calmas, También soy como tú: con uno y muchos rostros Partícipe del flujo y del reflujo, cantor soy de los odios y de la dulce paz (...) "

Walt Whitman