viernes, 22 de enero de 2016

Siddharta

Sentarse con una copa de MM en el centro mismo de la llama. Reirse de la mala suerte, ella no sabe "cuánto te importa" su percepción nefasta...
Qué terribles las consecuencias de jugar sin saber las reglas y qué reconfortante sentirse vulnerable cinco minutos.
Cinco minutos de deliciosa tortura, de irresponsable sinceridad, de egocentrismo concentrado en romper las costuras de la tensión premeditada.

Hacer pares con los ojos, de uno a uno, buscando las causas perdidas en el fondo del todo.
Y en el todo, nada. Un nada que es todo porque no se han inventado los remedios que nos salven.

Vamos a contar verdades, vamos a abrirnos en canal y a encerrarnos en nosotros mismos, al estilo de Neruda y "su más pérfido enemigo".
Vamos a imaginar que cuando conseguimos todo lo que queremos ni si quiera sabemos qué hacer con ello. Qué desfachatez ¿verdad? ...ser irremediablemente afortunado.

Como el niño que consigue lo que quiere a sabiendas de la reprimenda...
Y volver a empezar...
      volver a empezar...
         volver a empezar...

Benditas reprimendas que no sirven de nada.


"¡Oh, Siddharta Gautama!, tú tenías razón: 
las angustias nos vienen del deseo; el edén 
consiste en no anhelar, en la renunciación 
completa, irrevocable, de toda posesión; 
quien no desea nada, dondequiera está bien. 

El deseo es un vaso de infinita amargura, 
un pulpo de tentáculos insaciables, que al par 
que se cortan, renacen para nuestra tortura. 
El deseo es el padre del esplín, de la hartura, 
¡y hay en él más perfidias que en las olas del mar! 

Quien bebe como el Cínico el agua con la mano, 
quien de volver la espalda al dinero es capaz, 
quien ama sobre todas las cosas al Arcano, 
¡ése es el victorioso, el fuerte, el soberano... 
y no hay paz comparable con su perenne paz!"
AMADO NERVO




Pintura de Salvador Dalí, Bacchanale, 1939.

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