Volvieron de sus vacaciones y poco a poco, como quien dice de la noche a la mañana, y sin haber previsto el malestar les empezó a acosar una sensación de vacío e incomprensión mutua que nada tenía que ver con el intenso amor que los enloquecía día tras día. Se preguntaron infinitas veces buscando una respuesta, no había terceras personas, el uno le seguía llevando el zumo al otro a la cama, el otro le complacía al uno con su presencia, si. La llama se apagaba diariamente un poco más y la inquietud o más bien la inquietante pérdida de esa sensación de eternidad les estaba borrando la sonrisa. No existía, además, acomodo para ese simple cariño, puesto que estaban hechos de llamas y el fuego no convive en la frialdad.
Noches y noches de pensamientos, horas y horas sin sueño...
En las noticias una catástrofe: el Pont Des Arts se había derrumbado... Los titulares aseguraban que la causa había sido el peso de tanto amor encadenado, la incomprensión de los amantes, la banalidad en el uso de la eternidad, el no entender que, en realidad, es el amor el más precioso y efímero obsequio de la vida.
¡Qué desgracia con lo que se querían!
Pensaron que la culpa habría sido de Marie y Sebastian, eso debía ser, si... igual ellos no se querían tanto.
"Odiemos y amemos a través del tiempo imperturbable;
Ante nosotros yace la eternidad,
Nuestras almas son amor y un continuo adiós"
- William Butler Yeats
* Pintura de René Magritte, "Elective Affinities", 1933.
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