domingo, 18 de mayo de 2014

Once millones de pedazos

- No está lloviendo, pero como si lo hiciera. Noto ese frío que se queda en la piel mojada pero una auténtica explosión de calor en mi interior.
- ¿Cómo es posible?
- Es la desilusión que me está quemando el alma.
- ¿Por eso no lloras?

Se lo preguntaba a ella con la estupefacción habitual.
Ambas se miraban frente a frente, sin pestañear, con la convicción del que sabe como articular las palabras adecuadas sin querer hablar. No hablan pero se entienden, extrañamente y por una vez, a la perfección.
No les hace falta el espejo porque sienten estar en los mismos zapatos.

- ¿Continuamos no?
- Por supuesto

Asienten a la vez con la mirada.
Arropadas en el mismo abrazo que acomoda su espíritu, en la línea justa del comienzo del camino, ese que momentáneamente habían abandonado por división de opiniones.
Escuchan por un instante al corazón que comparten, sintonia, un ritmo comedido y extraordinariamente tranquilo.

Cierran ahora la página eterna del "quizás" y del golpe se desparrama aquella tinta que surgió a borbotones de ilusión, lentamente, gota a gota, como si las letras llorasen su último compás.
Acoplan su respiración y se despiden...

- Me volverás a necesitar, siempre lo haces.
- Sí, seguro, pero ahora no.

Rompe el espejo en once millones de pedazos, por si acaso...


Soy este
que va a mi lado sin yo verlo; 
que, a veces, voy a ver, 
y que, a veces, olvido. 
El que calla, sereno, cuando hablo, 
el que perdona, dulce, cuando odio, 
el que pasea por donde no estoy, 
el que quedará en pié cuando yo muera. 
Juan Ramón Jiménez



* Pintura de René Magritte, "L´Invention de la Vie", 1928.
*https://www.youtube.com/watch?v=QXFgHYk5NMc


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