miércoles, 5 de marzo de 2014

A cienmil

He apagado la luz, he cerrado los ojos y me he abandonado.
De repente una sensación distinta, inesperadamente desconocida y a la vez tan familiar... subía por mi espalda lentamente como una carrera de fondo, lenta pera segura, sin aflojar ni ceder un centímetro de piel, explorando el terreno con una suavidad inhumana. Hasta el cuello, con un cambio de ritmo que haría temblar los cimientos de la fe, pues solo es cuestión de fe creer y sentir.
Ya allí, en el cuello, apartando mi cabello justo de donde nace y parece morir... me sorprendo atenta al movimiento, deletreando el gesto, saboreando el tiempo.
3, 2, 1... como un descuento que vaticina el principio de una era noto el susurro en mi oído, es de aquí, si, pero no conocido, no registrado en la memoria. Se abre paso entre el deleite.
No lo entiendo bien, ¿qué es? ¿quién es?
Me he abandonado, así que no quiero pensar, sólo es ahora, un momento eterno regalado que se consume junto a mí, más rápido que yo.
Otra arremetida a la sensibilidad, el frío de lo que parecen unos labios se han hecho fuertes en mi cuello, dominan ahora mi cabeza y estoy presentando mi rendición suavemente...
Se contraen mis piernas que no soportan más tensión a riesgo de romperse, como los tensores de los puentes bajo el vendaval. Soy una estructura de acero a punto de ceder a la naturaleza, de doblegar mis fuerzas a lo inevitable. Un latigazo cruza mi espalda del km 0 al cienmil, me siento vulnerable y es irremediable, es inminente. Aprieto fuerte los párpados para no verme y cuando ya ni si quiera me reconozco, en el momento exacto en que no sientes ser... otra vez, ese sonido en mi oído, esas ráfagas de viento que intentan ser palabra acercándose a mi, están frías como los labios, susurran con una dulzura que ahora se torna venenosa... -soy yo, el insomnio y vengo para quedarme...
Como una pequeña isla de desesperación, estoy rodeada de sueño por todas partes, donde mire, donde quiera mirar. Y el amanecer llega cuando llega, ni antes ni después.

                                                                Es... un querer y no poder
                                                                          un mañana más
                                                                            un  quedarse a medias.


 "Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos, 
te pareces al mundo en tu actitud de entrega. 
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava 
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra. 

Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros 
y en mí la noche entraba su invasión poderosa. 
Para sobrevivirme te forjé como un arma, 
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda. 

Pero cae la hora de la venganza, y te amo. 
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme. 
Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia! 
Ah las rosas dell pubis! Ah tu voz lenta y triste! 

Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia. 
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso! 
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue, 
y la fatiga sigue, y el dolor infinito
"
Rubén Darío



* Pintura de Salvador Dalí, "Mi mujer desnuda contemplando su propio cuerpo convirtiéndose en escalera, tres vértebras de una columna, cielo y arquitectura", 1945.

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